Hedor [Vell - Peggy]

Sorprise Box’s

No es que fuese muy inquieto o muy curioso, es simplemente que estaba extremadamente aburrido en ese lugar. Simplemente salió de su habitación y comenzó a caminar, sin llevarse ni por instinto ni por nada, solo caminando. Dobló por muchos pasillos, y al abrir puerta tras puerta, no se encontraba con nada que fuese de su gusto o le pareciera siquiera interesante.
Estaba en esas circunstancia en donde su personalidad fría había despertado por lo que tampoco sentía ni un poquito de miedo de cruzarse con algo indebido o peligroso. Ya se había dado cuenta que en aquel lugar nunca lograría rehabilitarse, sino que tendría que saber sobrevivir en un sitio lleno de locos y enfermos sádicos, eso pensaba todos los días, cuando su otra personalidad sentía miedo de cruzarse con alguna otra persona.

Tenía sus dos manos detrás, en su nuca, ahora caminando por los pasillos sin detenerse en las variedades de puertas, que la mayoría las llevaban a habitaciones de otros enfermos. Increíblemente todas las encontró vacías, lo que en ese instante –con aquella hostil doble personalidad– le parecía demasiado aburrido.
Finalmente llegó a una puerta, casi al final de un pasillo que se sentía más desolado y lúgubre. Al entrar, sin preocuparse quien pudiera estar adentro, se percató que había un olor bastante fetido—a muerto—dijo en un susurro mientras llenaba sus pulmones de aquel hedor—La Morgue—añadió, nuevamente en un susurro, acercándose a uno de los cajones donde se guardaban los cadáveres, aunque sin abrirlo. Se imaginó perfectamente en el estado que podría encontrarse algún muerto ahí guardado—Asqueroso—masculló, sentándose en una de las camillas horriblemente descuidadas, para apoyar su espalda contra la pared.

Puppeteer Localización : Bajo tu cama...

Llevaba un poco mas de la mitad del día encerrado en mi habitación, me la había pasado todo ese rato jugando con todas las muñecas que poseía en mi colección, las había acomodado para que cada una tuviera una compañera sin embargo una de ellas quedaba sola y no contaba con una muñeca mas para que fuese su pareja. Rebusque por entre todas mis cosas en busca de una compañera para aquella muñeca ya que además de estar sola era de mis favoritas, pero no obtuve resultado alguno. Me senté haciendo un berrinche sobre la cama ya que mi pobre muñeca se quedaría sola, pero no había pensado en que, si no tenia una compañera para ella, bien podría ir a buscarle una. Con aquella nueva idea salí de mi habitación llevando a mi muñeca en brazos y empecé a caminar por todos los pasillos del lugar. Iba dando pequeños saltos de un modo infantil y divertido, curioseando entre las habitaciones de los internos para buscar a alguien que fuera bastante… lindo para ser la compañera de mi juguete ya que además se convertiría en parte de mi colección por lo que tenía que ser bastante… especial. Al andar un rato por los pasillos ya estaba por darme por vencido ya que nadie me agradaba para formar parte de mi colección por lo que justo me retiraba a buscar en otra ala del hospital cuando cruzando un pasillo vi a una linda muñeca doblar por este.
-Rojo~~ -
Dije animoso al ver el lindo color de su cabello e inmediatamente mi atención se vio atraída por los cabellos de la muñeca ya que no tenía ninguna con ese color de cabellos. Apreté mi muñeca contra mi pecho y me acerque a susurrar en su pequeño oído.
-¿Te gusta? ¿Te gusta? He? Si? Entonces la haremos nuestro nuevo juguete….-
Solté una pequeña risa y comencé a seguir a la linda muñeca oh y no podía estar más feliz ya que cuando doblo en el pasillo se había internado en una de mis salas favoritas de juegos; más que contento le seguí y entre a la habitación donde ya se encontraba recargada sobre una pared. Con mi muñeca en brazos me acerque hacía la otra muñeca y me posicione delante suyo, me quede viéndole a los ojos con ese brillo que se manifestaba en los míos al ver un juguete tan peculiar y mi vista se perdió en aquellos cabellos rojos.
-Rojo~-
Volví a decir con una amplia sonrisa y me acerque un paso mas al mismo tiempo que alzaba mi muñeca dejando esta a la altura de su rostro.

Spoiler:

Ladeando un poco el rostro para verle, susurre con un pequeño dejo vesania, mientras que una pequeña risilla infantil salía de entre mis labios.
-¿Quieres jugar?-

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Ya estaba siendo hora de ir a curiosear por otro lugar porque ahí lo único que se sentía era el hedor de los cadáveres. Él estaba realmente aburrido y de alguna manera esa personalidad quería divertirse por al menos un rato, y estando ahí, sin hacer nada, era como estar en la misma habitación encerrado, sin hacer... nada. Incluso, antes de salir había querido verse de manera "presentable" si es que se topaba con alguien, o con algo, para divertirse. No se había querido maquillarse demasiado, eso era lo que para él era "presentable", porque cuando gustaba de ponerse maquillaje, era demasiado excéntrico, por lo que en esos momentos lo único que podía captar la atención era el rojo cabello de Vell.
En un principio había pensado que al haber encontrado La Morgue, habría algo entretenido que hacer, como ver los cuerpos, molestar a los ya muertos con su cuerpo físico. Pero cuando se halló ahí, la verdad es que... no le pareció divertido ver aquellos cadáveres descuidados y ya en un completo estado de pudrición, hasta con asquerosos insectos, como larvas, haciendo aquello peor que asqueroso. No es que fuese quisquilloso, pero esperaba cuerpos para usarlos juguetes, pero que no se desarmaran, con los que estaban ahí.

Ya se iba a bajar de la camilla empolvada y además con algunos rastros de sangre que quizás llevaban bastante tiempo, cuando entonces una niña entró al lugar. Parecía alegre, y con un aire juguetón y risueño que al pelirrojo le llegó a parecer enfermizo. Le miró con seriedad cuando la chica, o chico, que parecía muñeca de halloween, pronunció esas palabras.
Y como aquella personalidad era la más desagradable, siguió un buen rato observando con seriedad al de cabellos largos, luego miró la muñeca que llevaba en las manos, que la había acercado a su rostro, y al fin habló:—Deberías cuidarla más—le dijo ahora formando con sus labios una sonrisa torcida—Esta bien fea—con eso soltó una risa burlona.
Bajó de la camilla, dándole la espalda al otro. Rascó con suavidad sus cálidos cabellos para luego, con un suspiro, volver a hablar—Con tal de divertirme—encogió los hombros dándose vuelta nuevamente para estar de frente al pelinegro—Juguemos a algo divertido—dijo, volviendo a formar una sonrisa torcida con sus labios, entrecerrando sus ojos, para después dar paso a una sonrisa macabra.

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Me quede quieto, sin perder aquella sonrisa maliciosa de mi rostro, además de que mientras aquella muñeca nos observaba movía mi rostro de un lado a otro, al compas de la muñeca que sostenía cerca de su rostro. Pero aquella sonrisa que tenia en mi rostro había durado poco ya que aquellas palabras lograron que un puchero infantil se formara en mi rostro y lentamente regrese mi muñeca hacia mis brazos donde le abrace con fuerza.
-No es fea…-
Infle las mejillas observando como la otra muñequita bajaba de la camilla mientras que yo frotaba la mejilla contra la de mi pequeña muñeca al mismo tiempo que le seguía a la otra con la mirada y lentamente me gire casi al mismo tiempo para poder quedar mirándole de frente. Ante sus palabras volví a poner esa sonrisa divertida en mi rostro y asentí con la cabeza.
-Si, juguemos…-
Dije un tanto animoso y voltee a ver a la muñeca de mis brazos.
-¿He? Que dices?...-
Dije dirigiéndome a mi muñeca y acerque oído a sus pequeños labios, asentí con la cabeza un par de veces y de mis labios salieron un par de “entiendo” y tienes razón” y mientras que escuchaba lo que mi pequeña muñeca decía, de soslayo mire a la otra con un poco de molestia y reproche. Separe mi rostro y por ende mi oído de mi muñeca y volví a ponerme derecho, y fingí un semblante serio mientras le observaba con detenimiento.
-Ejem…Vell dice, que si no te disculpas por decirle fea, no jugamos a nada, la hiciste sentir mal por lo que dijiste y ahora esta triste. Así que, discúlpate…-
Dije con firmeza y me acerque un paso mas a donde estaba la muñeca de cabello rojo y al mismo tiempo que levantaba mi muñeca para acercarle a su rostro de nuevo, esta vez dejándola a una distancia mas corta de este.
-Y dale un besito en la frente para que se sienta mejor… oh…-
Agache mi rostro, manteniendo la mirada en la suya mientras que una sonrisa se formaba en mis labios.
-Me encargo de que no vuelvas a jugar con nadie muñequita…-
Solté una risita de entre mis labios y empecé a empujar a mi muñeca contra su rostro, frotando la pequeña cara de ella contra una de sus mejillas.
-Anda bésala y así podremos jugar…-
Repetía una y otra vez, mientras que continuaba empujando la muñeca contra su mejilla, refregándola en esta al mismo tiempo que me paraba de puntitas y volvía a mi lugar, como si diese pequeños saltitos sobre mi eje.

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Frunció el ceño ante las palabras de otro, mientras desviaba ligeramente la mirada de él hacia la muñeca que para él era horrible. Obviamente no le pareció para nada extraño que quien tenía enfrente se pusiera a hablar con algo inerte, pues estaba en un loquero por así decirlo, y todos estaban enfermos, incluyéndolo a él.
¿Esta triste?—repitió, cruzando sus brazos frente a su pecho—que sensible, ¿no crees?—carcajeó, viendo como el pelinegro le acercaba la muñeca hasta frotarla en su rostro.
Él frunció más el ceño, formando también una mueca de disgusto con sus labios—Sin disculpas—dijo, esta vez tomando el rostro de la muñeca y dándole solo un leve roce con sus labios en la mejilla de esta—¿Feliz?—inquirió, mirando tanto a la muñeca como a su dueño. Después de eso alejó a la muñeca de él, pues ya no soportaba tener a esa cosa tan fea, según él.

Caminó unos pasos hacia los cajones de los cadáveres nuevamente, relajando su mirada nuevamente, para luego reemplazar la mueca de su rostro por una sonrisa torcida—...estos muñecos, ¿no crees que están demasiado mal cuidados para usarlos para poder divertirme?—preguntó, sin mirar al otro. Abrió uno de los tantos cajones que habían ahí, y al hacerlo, un olor putrefacto se expandió por la habitación. Tapó sus narices por un rato—Huele asqueroso—masculló, volviendo a cerrar el cajón, destapando su nariz y volviendo su vista hacia el otro que se hallaba en el lugar.

¿A qué jugaremos entonces?—le preguntó finalmente, mientras levantaba sus dos brazos y colocaba sus dos manos detrás, sobre su nuca, mientras trataba de acostumbrarse al fétido hedor que ahora había en La Morgue.

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Un ligero puchero de molestia apareció en mi rostro cuando menciono que no se disculparía, pero después de ver ese leve rose de sus labios en la mejilla de mi pequeña muñeca fue desapareciendo poco a poco. Asentí con la cabeza ante su interrogante y volví a abrazar a la muñeca mientras que seguía a la otra con la mirada. Gire sobre mi lugar para estar al pendiente de lo que hacia; ladee el rostro y me pare de puntas para observar lo que había en el cajón que había abierto y que por alguna razón hacia que la muñequita se quejara y se quejara. En pequeños brincos me acerque hasta donde estaban los cajones de las pequeñas cámaras mortuorias.
-¿Están descuidados?...-
Deje a mi muñeca en solo uno de mis brazos y empecé a abrir todos los cajones con la otra, observando los cuerpos que había dentro de estos y luego los volvía a cerrar, pero hubo uno que deje abierto, ya que la muñeca que estaba dentro de este, era bastante bonita; era pequeña quizá la mitad de alto que yo, tenia un corto cabello rubio y su piel era muy blanca, pero algo le faltaba.
-Ella es bonita, juguemos con ella…-
Dije dirigiéndome a la muñeca pelirroja y con los dedos de mi mano suelta empecé a contornear el pequeño rostro de la muñeca que había encontrado.
-Le falta color…Uhmm Rojo~ y…-
Lleve mis dedos a sus helados labios y con la yema de estos empecé a dibujar una pequeña sonrisa sobre los mismos.
-Una sonrisa…-
Solté una pequeña risa y mis ojos brillaron con vesania, la idea me emocionaba además de que así bien me podría llevar a ambas muñecas nuevas a mi habitación; rápidamente camine a una camilla donde deje la muñeca de mis brazos, dejando un pequeño beso en su frente para luego volver al cajón de la rubia, la cual tome en brazos, dejando su espalda pegada a mi pecho y frote mi mejilla sobre sus rubios cabellos.
-Juguemos…-
Dije más que animoso y con aquella linda muñeca en brazos me acerque a la pelirroja.
-Reparémosla y hagamos que sonría, y que sea rojo…-
Mis ojos se perdieron en los cabellos carmesís de la otra y deje la pequeña sosteniéndole con solo uno de mis brazos para levantar el otro y coger un mechón de cabello de la otra.
-Rojo… ¿Como lo hiciste rojo?... Dime, dime… -
Empecé a jalar de su mechón de cabello, con leves tirones que daba de este y que se hacían un poco más fuerte tras cada uno de ellos y con forme cada uno, iban resbalando de entre mis dedos, lo que ocasiono que cuando les soltase mi mano resbalara por su rostro, alcanzando a dar un pequeño rose con una de mis uñas en su mejilla, lo que dejo un delgado hilo rojo a lo largo de esta. Ahora mi atención estaba en ese hilo rojo y en como este había teñido esa pequeña y delgada parte de su piel de rojo.
-Hoo ese es tu secreto… -
Sonreí con malicia y abrace a la pequeña muñeca rubia, levantándole al mismo tiempo para poder poner mi mejilla contra una de las suyas.
-¿Ya viste muñequita? Ella nos dará color rojo para que sonrías…-
Levante uno de mis brazos nuevamente y lleve mi mano a la mejilla de la pelirroja donde con la palma de mi mano comencé a dejar quedas caricias sobre su mejilla herida y al mismo tiempo que mi sonrisa se ampliaba mis uñas se clavaban en la piel de esta y lentamente les fui deslizando, dejando hilos rojos por sobre su piel y de los cuales apenas sobre salían un par de gotitas de sangre las cuales tome con la yema de mis dedos y lleve directamente a los labios de la muñeca rubia, para empezar a teñirles de ese color, dibujándole apenas una pequeña sonrisa.

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El pelirrojo se acercó al cajón que el otro dejó abierto, y lo que vio dentro fue prácticamente una niña, de cabellos rubios, piel pálida y fantasmal, y de estatura que era la mitad de él. Pero... el pelinegro tenía razón, era hermosa, y parecía la mejor cuidada, o quizás la muerta más reciente.
Ante las palabras del otro, este asintió, con una sonrisa torcida, y sus ojos fijos en el cadáver.

Le había parecido una excelente idea haber encontrado aquel lugar, y haberse topado con el otro. Una excelente manera de salir del aburrimiento diario que sentía en aquel lugar. Esperó que el cadáver de la niña fuese a parar a los brazos del pelinegro, para en ese momento acercar su rostro al de la muerta, hasta el punto de rozar sus narices una de otras. Inhaló, de manera de llenar sus pulmones con el aroma de la niña, que era una mezcla entre pudrición pero a la vez un aroma dulce que seguramente era el aroma que despedía la pequeña antes de morir—Esta muy bien perfumada—susurró para luego volver a alejarse. Fue en ese momento que sintió la mano del otro en su cabello rojizo.
Le miró con seriedad, mientras que el otro jalaba del mechón que tenía entre sus dedos. Para esa parte de Vell, el dolor era algo mental que él no sentía, pero el dolor era clave para que la otra personalidad del pelirrojo, aquella más cautelosa y que trataba de dar gusto en todo, despertara.

Cuando sintió su piel arañada, se quedó prácticamente en un trance por unos segundos, mirando nada. Llevó una de sus manos a la mejilla herida mientras de a poco su otra -y principal- personalidad afloraba.

Al verse en aquel lugar, no recordando la razón del porqué estaba ahí, su expresión fue una de horror al ver al pelinegro junto a quien parecía un cadáver—Que... ¿Qué es esto?—inquirió con una expresión de clara angustia en su rostro, retrocediendo algunos pasos, viéndose entonces chocar su espalda contra la fría pared de La Morgue. Mientras que por sus fosas nasales entraba el hedor a cadáveres.

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Empecé a tararear un pequeña canción mientras que mis dedos manchados de la sangre continuaban pintando una sonrisa en los labios de aquella rubia y fría muñeca y mientras que lo hacia mi cabeza se movía de un lado a otro de manera divertida. Sin embargo aquel bonito color rojo se acababa de mis dedos, y la sonrisa que había dibujado en el rostro de la pequeña muñeca había quedado incompleta por lo que levante mi rostro para con la muñeca pelirroja en busca de mas de ese color pero al ver su expresión y verle tan confundida, detuve mi mano que se acercaba a su rostro y en lugar de ello la deje sobre su mejilla, dejando una pequeña caricia en ella como si confortase a un niño que se acababa de perder.
-Es una muñeca… y tú también lo eres…-
Susurre de manera infantil, pero firme, confirmándole que estaba completamente seguro de mis palabras y después de aquello, aleje mi mano de su rostro para poder llevar en ambos a la muñeca rubia que sostenía una de las camillas cercanas donde le deje acostada. Me acerque a dejar un beso en su fría frente y observe con un brillo en los ojos el carmesí de la sangre sobre sus labios. Me di la vuelta en dirección de la otra muñequita y camine en pequeños saltitos hacia ella para alcanzar una de sus manos con la mía y jale de esta para llevarle conmigo hasta estar frente a la camilla donde había dejado el cadáver de la niña.
-Mira, es bonita verdad, pero le falta ropa y muchas cosas para arreglarla…-
Comencé a decir y voltee a mirarle para recorrer sus ropas con la mirada.
-Vamos a jugar con ella, tu te encargaras de vestirla, así me dejas mas espacio para buscar del color rojo que sale de tus cabellos ¿Vale?...-
Solté su mano y me coloque detrás de él y de entre las pequeñas bolsas de mi vestido, saque una pequeña navaja para luego, como un niño pequeño me aferre a su espalda abrazándole mientras que lentamente empezaba a hundir la navaja en un costado de abdomen.
-Y luego... tu seras mía muñequita...-
Reí de manera infantil y dentro de la piel donde ya estaba hundida mi navaja empecé a girarle dentro de esta.

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Miró temeroso al de cabellos negros, con una expresión de horror inconfundible en su rostro—¿U-Una muñeca?—repitió, mirando al cadáver que yacía sobre la camilla.
Era obvio que no era una muñeca, y además, ¿qué era eso rojo en sus labios? En cada momento el miedo del muchacho iba aumentando, viéndose en un lugar por completo desconocido, y supo de inmediato que su otra parte había echo algunas cosas que eran completas ajenas para Vell.
Es-Espera—le dijo el pelirrojo al otro—Ella no es una muñeca, es... ¡es una persona!—exclamó con voz temblorosa—y además... esta muerta—esto último lo dijo en un susurro, puesto que su voz se fue al percatarse que era sangre lo que tenía en los labios. Además, al fin se dio cuenta en donde estaba, por el hedor del lugar y los cajones.

La Morgue no era un lugar que el inofensivo Vell tenía previsto visitar.

Es una niña—protestó ya con su cuerpo tembloroso. Definitivamente aquel Vell era el cuerdo en aquel lugar, después de todo, era Zen -su otra parte, la cual no le gustaba llamar por otro nombre- el culpable de todo, de que incluso el pequeño pelirrojo estuviera en aquel lugar—¡Agh~!—un sonoro gemido escapó de sus labios al sentir el punzante dolor al ser su abdomen perforado por el filo de la navaja que el otro llevaba en sus manos.
A Vell, el dolor era lo peor del mundo. Era un trauma el que sentía hacia él por lo que ante cualquier dolor, fuese mínimo, se volvía una persona totalmente inofensiva, y otro de sus traumas era la sangre. Siempre por eso es que cuando su otra parte cometía acciones que involucraran una de esas dos cosas, o ambas, era el pequeño muchacho quien afloraba, aterrado—Yo... no... no seré la muñeca de nadie—masculló apretando sus dientes mientras llevaba una de sus manos a la que sujetaba la navaja dentro de su carne, intentando ejercer aquella fuerza necesaria para alejar al otro de él—¡déjame!—exclamó empujando al pelinegro, lo que hizo que este se estampara contra el borde de la camilla, sacudiendo esta y también a la niña arriba.
Vell, sudando frío por el dolor, y con una de sus manos sobre la reciente herida, corrió hacia la puerta, la cual no fue capaz de abrir.

Viéndose encerrado, buscó una nueva salida, o sino algo contundente con lo que poder defenderse. La navaja la había tirado lejos puesto se la había logrado quitar de las manos del de vestido, pensando que la puerta estaría abierta, equivocándose por completo.

¡No te acerques!— exclamó mientras ponía una camilla vacía frente de él para interponer el camino del otro y de esa manera que este no se acercara.

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Entre pequeñas risas continuaba presionando la navaja en la piel de la muñeca, abrazándome con algo de fuerza a su cuerpo ante cualquier forcejeo que ella hiciera.
-Precisamente por que esta muerta es mi muñeca…-
Dije un momento antes de que comenzase a forcejear y terminara por empujarme, llevando a que mi cuerpo se estampara contra una camilla cercana; choque contra esta atinando un leve golpe en mi espalda a lo que arquee esta un poco antes de caer de sentón en el suelo. Soltando un par de gimoteos, mire mis manos y por todos lados busque mi navaja ya que en algún momento la había perdido y ahora no sabía en que lugar había caído. Talle mis ojos con el dorso de una de mis manos, ya que aun gimoteaba de manera leve pues el dolor del golpe aun punzaba en mi espalda.
-Que mala muñeca eres…-
Comencé a decir al tiempo que hacia un puchero de molestia y me iba poniendo de pie y camine en lentos pasos en dirección de donde estaba la muñeca que había llevado conmigo a ese lugar. Con cuidado, comencé a retirar sus pequeñas ropas para dejar descubierto su pequeño torso el cual tenia un pequeño compartimiento, mismo que abrí con mis dedos, retirando la “tapa” de este y dejando al descubierto el hueco de cuerpo y mismo que contenía pequeños y punzantes juguetes, además de algunos caramelos que llevaba conmigo.
-Perdiste uno de mis juguetes y ahora tengo que tomar prestados de los de ella…-
Dije sin voltear a ver a la muñeca pelirroja mientras que de entre las cosas que había dentro del torso de mi muñeca sacaba un Bisturí y con este en la mano avance a la muñequita rubia la cual observe con una amplia sonrisa antes de llevar el filo del bisturí a su rostro. Con la punta de este, contornee sus pálidas mejillas y subí por ellas hasta sus ojos los cuales delinee, como si los dibujase y lleve los míos en dirección de la muñeca que se cubría con la camilla, para evitar que me acercase.
-Tú no tenías que estar muerta para ser una de mis muñecas, pero ahora veo que si no lo están no saben comportarse como se comportan las muñecas lindas…-
Comencé a decir reprochándole su comportamiento y con fuerza empuñe el bisturí antes de alzar mi mano para dejarla ir sobre el pequeño rostro de la rubia… una y otra vez, el punzante objeto se hundía en su fría carne, deformando su lindo rostro en continuas puñaladas hasta finalmente el objeto enterrado justo en medio de sus ojos. Mi mano se quedo quieta y yo permanecí en silencio con solamente la respiración un poco agitada y con la mirada baja.
-Siempre, siempre, desde la grieta en el closet, yo, el juguete...te observo y sostengo un cuchillo en mi mano derecha…-
Saque el bisturí de la carne muerta de la rubia y con la mirada baja comencé a caminar en dirección de la otra empuñando el bisturí en mi mano derecha mientras que avanzaba hasta poder tomar la camilla con mi mano libre y con uso de toda mi fuerza tire de esta para alejarla, arrojándola del lado contrario de donde estábamos para dejar el escaso camino que nos separaba libre.
-Algún día, algún día, yo, el juguete, abriré la puerta del closet…Y haré una broma y…-
Me acerque a la pelirroja, acabando con esa inútil distancia que nos separaba y alce mi mano que sostenía el punzante objeto.
-Te cortaré en delgados pedazos…Te haré linda, linda, linda como una muñeca…-
Solté una fuerte risa y deje ir de lleno el bisturí sobre su rostro sintiendo como este se clavaba.
Levante la mirada lentamente, solo para observar como el objeto se hallaba clavado a un costado de su cabeza, a la altura de su oreja la cual solo tenia un pequeño corte en el filo de esta.
-Ha… falle…-
Sonreí de manera culpable y saque el bisturí de donde se hallaba enterrado.
-Esta vez lo hare bien…-
Alce de nuevo el bisturí y comencé a cantar de nuevo desde el principio, solo que esta vez puse el filo del objeto contra su mejilla y por esta comencé a deslizarle lentamente haciéndole una incisión que hacia mas larga conforme bajaba por su piel y que por la misma comenzaba a emanar sangre de manera escandalosa.

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Le seguía atento y a la vez nervioso con la mirada, aterrado, sudando frío y con todo su cuerpo temblando. Su respiración era agitada, imposible de calmar y regular.
Se encontraba frente a la puerta, por un momento le había dado la espalda al pelinegro, golpeando la entrada/salida de aquel lugar sin tener éxito, suplicando auxilio, que le ayudaran, cualquier persona que estuviera afuera de La Morgue. Suplicante no paraba de gritar, sollozando como el niño pequeño que era en realidad Vell, hasta que definitivamente su voz desapareció al llevarla al límite.

Cuando vio caminar al otro, no despegó sus ojos de él, viendo como del estómago de su horrible muñeca, sacaba un bisturí. Se cubrió los ojos, horrorizado, viendo como el filo de aquel objeto deformaba el hermoso rostro del cadáver de aquella muchacha. Temblaba descontroladamente, mientras de a poco sus piernas se ponían flojas, imposibles de soportar su peso.

No quería ver sangre.

Terminó en posición fetal, con sus ojos tapados, en el suelo. Cuando oyó los pasos de Peggy, volvió a descubrir sus ojos, viendo como el otro intentaba alejar la camilla, por lo que de inmediato las manos del pelirrojo intentaron competir con la fuerza del otro, tratando de que la camilla no se moviera de su lugar.
No lo logró. Vell en esa faceta era demasiado indefenso, siéndole imposible defenderse.
Se puso de pie nuevamente una vez que vio que la camilla ya se hallaba al otro extremo de la asquerosa habitación, viendo al pelinegro frente a él.

Al ver el filo tan cerca suyo, sus ojos se hallaron en un trance, abiertos de par en par, mientras un par de lágrimas caían hasta recorrer cada una de sus mejillas. Miró el bisturí moviendo sus ojos. Su cuerpo dejó de moverse por el simple miedo. Sus miembros no respondían a las ordenes de su cerebro, puesto que este tampoco estaba funcionando correctamente

¡Déjame!—exclamó tomando al pelinegro del hombro para estamparlo contra la dura pared, con toda su fuerza posible. Corrió, buscando con desesperación en el suelo la primera arma que había utilizado Peggy.
Con una de sus manos intentaba cubrir su herida. No soportaba ver sangre, y mucho menos la suya propia.

Finalmente logró divisar un brillo, percatándose que era la navaja. La tomó rápidamente, con movimientos torpes. Apretó el mango con fuerza, mientras caminaba hacia el otro, quien yacía en el suelo puesto que había logrado tumbarlo en este con el golpe. Lo tomó del pelo y acercó el filo al cuello de este, para luego bajar hasta el hombro y ahí brindarle la primera apuñalada, de la cual afloró una cantidad bastante abundante de sangre.

Aún con navaja en mano, tomó distancia de nuevo entre él y el pelinegro, mientras trataba de limpiar su rostro de la sangre. Apretó los dientes, viéndose en aquella situación tan difícil, y volvió a correr hacia él, dándole una patada en las costillas para luego volver a enterrar el filo de la navaja en una de las piernas de Peggy—Si insistes... Si insistes—comenzó a hablar, entrecortadamente y agitado—¡tendré que matarte!—exclamó volviendo a tomar distancia entre ambos, con la navaja sujetada con sus dos manos, apuntando al de cabellos largos y oscuros.

Puppeteer Localización : Bajo tu cama...

Pequeñas e infantiles risas salían de entre mis labios mientras observaba con un brillo en los ojos, la sangre roja, roja… esa palabra resonó en mi cabeza y reí un poco mas fuerte al ver la blanquecina piel de la muñeca cubierta de aquel color, ahora deseaba ver mas de eso por lo que mis ojos se movieron en todas direcciones de una manera descontrolada, pero antes de que pudiese causar mas heridas para sacar de ese bonito color, aquella muñequita me empujo contra la pared lo que me hizo reaccionar y soltar un quejido seguido de un par de gimoteos, obligándome a soltar mi juguete de mi mano. Me quede en el suelo, gimoteando, tallando mis ojos con el dorso de mi mano, sin prestar atención a lo que hacia la pequeña muñeca y solo reaccione soltando un pequeño grito, cuando su mano tomo por la fuerza mi cabello jalando este.
-¡Déjame! ¡Déjame!...-
Empecé a gritar mientras que movía mi cabeza de un lado a otro, llevando una de mis manos a la muñeca de la suya que sostenía mi cabello, misma en la cual clave mis uñas con fuerza sobre su piel cuando sentí el punzante dolor sobre mi hombro y como esa zona se ponía completamente caliente por mi propia sangre que empezaba a expandirse por la manga de mi vestido.
De soslayo mire la increíble y escandalosa cantidad de sangre que empezaba a manchar mi la manga de mi vestido y ante esto comencé a llorar con fuerza mientras que pataleaba haciendo un fuerte berrinche.
-¡Mala, mala, mala, mala…ma…!...-
Mis palabras se vieron interrumpidas por su golpe y ante este mis labios se quedaron completamente abiertos en un grito sordo mientras que mis ojos estaban completamente desorbitados y una nueva punzada apareció… esta vez en una de mis piernas. Me revolví en el piso, continuando con mí berrinche sintiendo como en las heridas se formaba un fuerte escozor y como por estas el espeso liquido que era mi sangre fluía más abundante. De un momento a otro, me quede quieto observando con los ojos entrecerrados como aquella muñeca me apuntaba con mi propio juguete y ante esto, entre una leve mueca de dolor un puchero se formo en mi rostro y aunque realmente quería aquella muñequita para mi, ella había echo cosas malas conmigo y sobre todo… dijo algo que esta vez me hizo enojar.
-Matarme…-
Dije y una pequeña risa salió de mis labios mientras que entre todo el dolor que sentía, difícilmente me iba incorporando para poder quedar de rodillas delante suyo.
-¿Vas a matarme? Eso no se dice muñequita… te estas portando mal… muy mal… y…-
Deje mi oración abierta y lleve una de mis manos a la herida de mi pierna, la cual comencé a “sobar” esparciendo la sangre aun más por la piel de mi muslo.
-Acabas de dañarme… se enojara contigo… “Él” se enojara contigo…-
Rápidamente volví a ponerme a gatas y gatee en dirección suya para velozmente arrojarme contra sus pies los cuales sostuve con mis manos y jale de estos haciéndole caer de espaldas contra el suelo y antes de que pudiese reaccionar ante el golpe aquel continúe gateando hasta quedar a horcadas encima de su cuerpo para con una de mis manos arrebatar el “cuchillo” de sus manos y rápidamente arremetí con este contra uno de los costados de su cadera y dentro de su piel comencé a girar el objeto mientras que le miraba a los ojos.
-Muñeca mala, no puedes decirme cosas como esa si quieres ser parte de mi colección…-
Sonreí de manera infantil y saque el cuchillo de su cuerpo arrojándolo lejos para luego levantarme y con leves cogeos avanzar a donde había dejado mi pequeña muñeca; de dentro de esta, saque un ovillo de hilo quirúrgico y una larga aguja medica y con ellos en mis manos regrese a donde le había dejado, sintiendo unos pequeños mareos por la reciente perdida de sangre además la dificultad para mover mi brazo y mi pierna y ese palpitar de dolor que había en mis costillas, pero con un pequeño sobre esfuerzo, me coloque de pie por encima de su cabeza para luego, agacharme y tomar sus manos las cuales coloque también sobre su cabeza, a los costados de esta antes de dejarme caer de rodillas, dejando cada una de estas sobre sus manos, presionando todo el peso de mi cuerpo contra estas.
-Así que para que ya no digas nada malo… te voy a arreglar… ¿Vale?...-
Me incline a dejar un pequeño e inocente beso sobre su frente y tome un largo tramo del hilo para ensartarlo en la aguja, dejándola preparada en una de mis manos mientras que con el dedo pulgar e índice de la otra tomaba sus labios para juntarles con fuerza y entre una pequeña sonrisa, atravesé estos con la aguja, comenzando a “sellarles” con el hilo en varias puntadas en forma de cruz, y al finalizar con sus labios acerque los míos para cortar el hilo con mis dientes.
-Ahora estas mas bonita…-
Susurre acariciando con mi mano libre su mejilla y mire como por sus ojos aun corrían las lagrimas que había soltado hacia un momento, la mire con un leve dejo de terneza y negué con la cabeza.
-No, no llores… ya termino de arreglarte…-
Volví a proceder de igual manera, colocando un nuevo tramo de hilo en la aguja y una vez hecho tome la parte de arriba y debajo de uno de sus parpados para juntarles al igual que sus labios y de una sola estocada cruce la aguja por estos para empezar a coserles al igual que sus labios mientras que de entre los míos, salía el tararear de una pequeña canción.

Sorprise Box’s

¿Él? ¿Quién es Él?—le preguntó con voz temblorosa. Una expresión de angustia era constante en todos aquellos segundos y minutos dentro de aquella habitación.

Cuando el otro estuvo en sus pies, hizo el mayor intento para alejarlo, sin éxito alguno. Cayó al suelo, golpeándose en variadas partes de su cuerpo a causa de caer contra la pared al mismo tiempo que contra una de las camillas del lugar, pero solo se escuchó un leve gemido de dolor, uno bajo y poco audible. Abrió los ojos una vez sintió la dolorosa punzada del filo del arma atravesar su piel y su carne. Sintió como aquella parte de su cuerpo ardió, esta vez si soltando un fuerte alarido de dolor, un chillido, estruendoso y estremecedor. Llevó una de sus manos a la que sostenía el mango del arma, intentando alejarlo de él pero al verse debilitado puesto el dolor era enorme, se le fue incapaz.
Una vez el otro se alejó, cubrió la herida, ya repleta de sangre, con la palma de una de sus manos, para intentar ponerse de pie, pero una herida ahí
le hacía casi imposible el simple hecho de poder pararse.
Sin embargo, no se dio por vencido. Apoyando su espalda contra una de las paredes, logró ponerse de pie, mientras escandalosas gotas de sangre caían al suelo, al mismo tiempo que manchaban la mano que intentaba detener la hemorragia.
Buscó desesperado un arma, algo con lo qué defenderse, al ver al pelinegro ir en busca de algo, seguramente otra nueva arma.
Pero terriblemente, no halló nada útil.

La herida era grave y muy profunda. Ahora mismo estaba en completa y absoluta desventaja.
Unas lágrimas traviesas escapaban de sus orbes, mientras suplicaba en susurros—Zen... Zen... ayúdame—murmuraba, suplicándole a su otra parte que salvara su vida, mientras sus ojos se mantenían clavados en el otro sujeto.

Cayó al suelo, sus piernas temblaban y el otro ya estaba sobre él, presionando con sus rodillas sobre las manos del pelirrojo.
Resistiéndose, mientras el dolor de su herida parecía no disminuir, lo único que se oían eran quejidos de dolor al mismo tiempo que chillidos, intentando de manera vaga salvar su vida—No... No, ¡déjame!—gritaba, mientras veía acercar el hilo y la aguja a su boca—No...Nh...—de a poco sus palabras no pudieron ser liberadas, y unos gemidos sordos se escuchaban a través de sus labios sellados, mientras el moreno iba cosiendo los labios.
La sangre en el rostro del pelirrojo era abundante. La sangre de sus labios lograba introducirse por su cavidad bucal, haciendo que él mismo pudiera saborear la sangre de aquella tortura.
No dejó de hacer fuerza, incluso cuando el otro iba cosiendo ahora los párpados de uno de sus ojos, mientras él movía en modo de negación su cabeza, suplicándole al otro que se detuviera, aún intentando hablar, sabiendo que sería imposible con aquellos labios sellados para silenciarlo.

De alguna manera, sus suplicas se fueron agotando, al mismo tiempo que su cuerpo comenzaba de a poco a inmovilizarse, rindiéndose. Pero... ¿una sonrisa? Si, ahora mismo las comisuras de sus labios ensangrentados se alzaban para formar una sonrisa torcida y macabra, al mismo tiempo que unas carcajadas se oían, carcajadas silenciosas por los labios cerrados, pero al fin de cuentas, estaba riéndose.

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